A Pedro Romero y David Puche ‘Chino’ les unen varias cosas, amén de su apego a los colores del Yeclano Deportivo. Ambos son capitantes. Uno, Pedro, el de los inicios y hasta después del ascenso. Otro, Chino, quien cogió el testigo que dejó el primero hasta hoy. Ambos se revolvieron en el barro de aquellos inmundos campos de la Primera Territorial, desde el año de la refundación del club, allá por el 2004. Y ambos tuvieron la desgracia de perderse el momento más dulce de la todavía hoy corta trayectoria del club. El hoy capitán sufrió una lesión de rodilla poco antes de encarar el final de temporada. El entonces capitán se partió el pecho, literalmente, en el partido de ida ante el Trival. Ambos sufrieron, se emocionaron y vibraron desde la grada. Donde por cierto, más se sufre si uno es futbolista.
Pregunta: A bote pronto, ¿qué recuerda Pedro Romero de todo aquello?
Pedro Romero: Mucha nostalgia y emoción contenida. Fue un proyecto en el que tanto Chino como yo empezamos desde el principio. Él tiene la suerte de seguir y la verdad es que, permíteme la expresión, fue un subidón. La ilusión de todo niño de triunfar en el equipo de su pueblo y de la manera en que lo hicimos. Pasará mucho tiempo para que algo así se pueda repetir, si es que ocurre.
P: Chino es hoy el único jugador que perdura hoy desde aquellos inicios en la Primera Territorial. ¿Cómo fueron aquellos inicios?
Chino: Era un recién salido del juvenil del antiguo Yeclano CF y tuvimos que salir. Giorgio me dijo de probar en La Algueña pero fue una satisfacción cuando Pedro Romero, el presidente, nos dijo que iba a sacar un equipo desde lo más bajo. Éramos todos conocidos, gente del pueblo, de aquel equipo del Club de Tenis, había buen rollo. Sí fue duro esa fase de los campos de tierra pero se llevaba bien porque los resultados acompañaron.
P: El equipo empieza su camino hacia la Segunda B con el cambio en el banquillo. Sandroni, hasta entonces compañero vuestro, de martes a miércoles, se convierte en entrenador. ¿Cómo lo vivisteis ese momento?
PR: Fue una situación difícil porque Antonio Romero Abellán había hecho un buen trabajo hasta entonces. Había un ‘feeling’ espectacular y marcó una época con un grupo de jóvenes yeclanos. No se explicaba que en dos años se había ganado todo pero en Tercera nos superó un poquito. No estábamos 100% preparados para esa categoría y nos pilló de pardillos. Ese cambio también nos ilusionó porque vimos como un compañero se convertía en entrenador y desde el respeto y el esfuerzo supimos remontar e hicimos una temporada digna salvando la categoría con algo de holgura. Fue la primera piedra de un equipo que iba a tener mucho futuro.
P: Y la política de Sandroni fue: voy a traer a poco jugadores de fuera pero con cierto contraste y dar minutos y confianza a la gente de aquí. Los resultados fueron buenos…
PR: Esa fue la base del éxito. Supo leer lo que el equipo necesitaba. Mantuvo el bloque que consideraba necesario para el proyecto y afrontarlo con las mejores perspectivas. Ese año hacemos una buena campaña, lejos del playoff pero con buenos resultados.
P: Sin descuidar a la gente de casa porque Chino empezó a convertirse en pieza clave con poco más de 20 años. ¿Aquella estrategia funcionó?
C: Yo era un chaval que tenía que aprender de los veteranos. En esa época era un cabeza loca porque no tenía miedo a nada pero sí tuve que ganar experiencia porque me sacaban muchas tarjetas. En ese sentido Sandroni tuvo que pararme los pies. Pero sí confió mucho en mi aunque tuve que ir ganándome el puesto poco a poco.
P: Sin embargo, probablemente en tu mejor momento, ya en esa temporada 2009/2010, la rodilla…
C: Esa temporada llegó gente como Pablo Box y David Valdeolivas, era un año ilusionante. Cuando mejor estás, con más confianza, en los puestos de arriba, todo muy fluido… Fue una experiencia nueva que tuve que superar. No se lo deseo a nadie pero si te pasa algo así y te lo tomas con filosofía y buena recuperación sirve para seguir adelante y no pensar en negativo.
P: Antes de aquel ascenso, en la temporada anterior, hubo un primer encuentro con los playoffs. Tocó Cáceres. Y allí, en la vuelta, nació lo que nuestro compañero David Castillo bautizó como ‘el espíritu de Trujillo’. ¿Qué ocurrió allí para afrontar el próximo año de esa manera?
PR: Aquel año fue ilusionante. Pasamos de los campos de tierra a la fase de ascenso. Fue muy emocionante como un autobús se traslada hasta Trujillo. Se plantan allí, vitoreando desde la puerta del hotel hasta el último momento. En cuanto al partido, pasamos de los 21 grados a 41 de Cáceres. Hacemos un buen partido pero en la prórroga pasa lo que pasa. Caímos pero no nos volvimos derrotados. Aquello ayudó a hacernos más fuertes en la próxima temporada.
P: Una temporada ya 2009/2010 que fue algo irregular, con dos momentos muy delicados, Lorca y Pinatar, tras el que hay algo más que una arenga en vestuarios…
C: Me pilló ya operado de rodilla pero seguía muy de cerca todo. Recuerdo el desplazamiento a Pinatar y el vestuario quedó muy tocado porque ya veíamos el objetivo muy lejos. Hubo palabras en el vestuario pero los jugadores las captamos bien porque ganamos los siete partidos siguientes contra rivales de arriba y nos colocamos segundos. La afición se volvió a enganchar al equipo y a esperar al playoff.
Instante en que Romero es retirado en camilla / P. Aguilera
P: Y llega el playoff. Chino no lo puede jugar. Y Pedro… tuvo la mala fortuna de en una jugada fortuita cerca del final del partido ante el Trival Valderas en Madrid se rompe dos costillas y se produce un neumotórax. 40 minutos aguardando a la ambulancia. ¿En qué pensaste?
PR: En mi familia, que estaba escuchando el partido por la radio. La incertidumbre, las preocupaciones… Yo tranquilo pero sabía que algo no funcionaba bien. Afortunadamente quedó en anécdota. En el hospital de allí me dan el alta, volvemos a Yecla y me descubren el neumotórax. A mi se me cae el mundo porque solo pensaba en el domingo, en el partido de la vuelta. Pero de lo malo también salió algo bueno. Nos unió más y esa lesión dio más fuerzas al equipo. No por brindarme el homenaje pero sí porque se podía dar la vuelta a la situación.
P: ¿Cómo fue el viaje de vuelta a Yecla con ese accidentado 2-0 en contra?
C: Al principio tocados porque hicimos buen partido. Pero Sandroni nos hizo ver que los del Trival ya estaban celebrando el pase de la eliminatoria y eso nos despertó un poco. Sabíamos que la afición en la vuelta nos iba a ayudar.
P: La afición tenía que meter mínimo uno y metió dos.
C: Metió tres [risas]. Fue espectacular todo lo que ocurrió aquel partido con el público en la grada. Nos pusimos por delante con el gol de Juan Carlos pero llega el empate ante el que nada se pudo hacer porque fue un golazo. Pero creo que el equipo sacó el 200% para seguir adelante hasta que nos sobraron hasta goles [más risas].
P: La segunda ronda es un viaje incómodo. Fuerteventura. El Pájara Playas. Y se pierde 1-0. Pero como que no importó demasiado.
PR: No tuve la suerte de viajar porque aún estaba convaleciente pero lo seguí por la radio y teníamos un miedo que era el viento, que ellos estaban más acostumbrados a ello. Llega el gol y siento rabia pero era un 1-0 totalmente remontable. Quedaba esa confianza de haber remontado el 2-0 en el anterior partido y sabíamos que se podía hacer.
P: La vuelta, con más público en las gradas, sale casi perfecta. 2-0 en La Constitución y Chino en la grada. ¿Cómo viste aquel partido?
C: Muy solvente. El equipo fue dueño y señor del balón. Fuimos muy superiores pero quedaba la incertidumbre de que las dos torres que tenían ellos podrían hacer daño pero creo que no pasamos muchos apuros. También tuvimos la fortuna de que su portero fue expulsado. Se notaba que el equipo tenía mucha confianza tras lo del Trival.
P: Y si lo de Trujillo fue impresionante… ¿lo de Haro qué fue?
C: Super arropados. Profesionales. Era un orgullo de ver que revivía el fútbol en Yecla. Veías a la gente con el equipo, haciendo kilómetros y había que agradecérselo ganando el partido. Y para que veas que fue nuestro año ganamos el partido sufriendo como nunca porque en la primera mitad pudieron meternos cuatro o cinco goles. Se vio a un equipo como el Haro que era muy peligroso y la vuelta lo puso muy difícil.
P: Sandroni dice que le fue muy difícil rebajar la euforia en el viaje de vuelta tras ese 0-1. ¿Se consiguió?
PR: Fue casi imposible de controlar. Veníamos de dos eliminatorias en el que volvíamos en contra. Éramos conscientes de lo que nos estábamos jugando pero era otra situación distinta. Como decía antes Chino, nos sentíamos futbolistas, nos sentíamos importantes. Fue maravilloso aquel viaje, me emociona pensarlo [se emociona de verdad, con la voz entrecortada]. No tuve la suerte de participar pero lo sentía igualmente. La semana previa ibas por la calle y la gente te animaba.
P: Y de ese último partido en casa, ¿qué detalles os dejó?
PR: Fueron 90 minutos muy largos. Recuerdo anécdotas. Cuando expulsan a Valdeolivas nos lo queremos comer [risas]. Ángel, amigo Ángel. Una expulsión tonta que al final quedó en nada, aunque si hubiera sido de otra manera no se si hubiera salido vivo del vestuario (más risas).
P: Yo os puedo hablar de la intensidad y la emoción con que vivimos en las cabinas esa interminable tanda de penaltis. Vosotros estabais en la grada. ¿Se sufre más allí que en el campo?
PR: Se sufre bastante más. No podía ni moverme. Tenía aún la herida medio abierta y poco minutos antes de ir al campo estaba haciendo ejercicios de capacidad pulmonar, que me decía mi mujer “¿pero cómo vas a ir al campo?” tal y como estaba. No podía ver la tanda de penaltis… Estaba en el túnel de vestuarios, de vez en cuando me asomaba para ver cuándo nos tocaba tirar. La grada me decía cuando marcábamos… Y el éxtasis fue cuando Javi Vilaseca hizo el último.
C: Cuando acabaron los 90 minutos y empezó la prórroga, me acerqué al banquillo y vi que estaba todo el mundo hasta el límite, con Tonete cojo, y pensé “yo no puedo más” y no vi ni la prórroga ni los penaltis. Me fui al vestuario con Ángel Valdeolivas, cada uno en un rincón, besando a la Virgen…
P: Y el de Linares hace el quinto… ¿Qué hacéis primero?
C: A mi me dio igual la rodilla, que estaba ya operado y todo, me fui corriendo a abrazarme a todos. Una experiencia que no la viví en el campo pero lo viví como el que más. Me metí de pleno con la afición para hacer los mosaicos, los papeles… Impulsamos eso un poquito con Abelardo y Álvaro y lo viví muy intensamente.
PR: Fue… La hostia [risas]. No tengo otras palabras. Se te olvida todo, todos los males. La gente abrazándonos en el centro del campo, saltando con los compañeros. Una alegría enorme que dudo que se vuelva a repetir. Estamos hablando de defender al equipo de tu ciudad, que has conseguido el objetivo más alto al que aspiras. Los que habíamos estado desde el principio, esos seis años, fue algo espectacular, difícil de narrar las emociones. Fue apoteósico. Un antes y un después.
P: ¿Y qué haría el capitán del Yeclano Deportivo para recuperar la esencia de entonces y aplicarla hoy? ¿Qué tenía aquel equipo de especial?
C: Creo que se mezclaron muchos factores. El tema de la crisis. La gente también está por otras cosas que no por el fútbol. La desilusión del ascenso y volver a bajar. Pero al final la afición es soberana y los aficionados de verdad nunca fallan. Aquello fue un boom que arrastró a mucha gente. Pero al final son unos pocos los que quieren, pueden y lo hacen. La afición también se acostumbra a ganar. Tuvimos dos ascensos seguidos y pareció fácil. Pero fácil no es. Este año no ha sido un fracaso porque las cosas cada vez son más complicadas en lo económico pero también nos puede venir bien para recuperar las ganas de tener el equipo arriba. A veces es bueno dar un paso atrás para dar dos hacia adelante.